Percibir dolor suele ser la sentencia de muerte del atleta aficionado.
Indica momento de jubilación o retirada, de cambio de disciplina deportiva hacia una con “menos impacto”, y de asumir nuestra edad o nuestras limitaciones.
El mínimo atisbo de dolor nos hace tambalearnos, y acompañarlo de pruebas de imagen o consultas a un especialista nos obliga a despedirnos de ciertas actividades que antes disfrutábamos. La frase “suficiente fútbol, tendrás que dedicarte a caminar o a la natación” equivale a entrar en una máquina del tiempo, donde atletas de todas las edades son convertidos en octogenarios funcionales.
El artículo de hoy surge a raíz de este podcast de Manu Sola con Aurora Jiménez sobre mitos del dolor, que te recomiendo escuchar encarecidamente. Hoy veremos qué significa realmente el dolor y cómo puede ayudarte el entrenamiento de fuerza para evitar jubilaciones anticipadas.
Esta edición de El AntiCulturista se publica en colaboración con:
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Qué es el dolor, y qué es el daño
“Dolor” y “daño” se confunden hasta tal punto que uno contiene al otro en su definición. Según la RAE, dolor significa “sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior”, mientras que dañar se define como “causar dolor”. Sin embargo, dolor no significa daño, y el daño puede no manifestarse como dolor.
En relación al cuerpo humano, podríamos definir daño como deterioro, es decir, como una alteración de la integridad de una estructura o de un tejido. Por otro lado, el dolor es una señal de alarma, y funciona de forma predictiva, no indicativa.
La función de nuestro cerebro es, ante todo, mantenernos con vida, y el dolor es una forma de evitar amenazas que podrían suponer un peligro mayor. Si el dolor simplemente sirviese para indicar daño en vez de predecirlo y evitarlo, ¿qué clase de organismo seríamos? ¿Cómo habríamos podido sobrevivir en un contexto evolutivo con semejante desventaja?
Dolor y daño pueden no estar relacionados, aunque la presencia de uno suela estar acompañada del otro. De hecho, lo más común es padecer anomalías en las estructuras de nuestro cuerpo sin que eso signifique dolor:
También ocurre lo contrario. En situaciones de competición, recibir daño en forma de lesión no significa percepción de dolor instantánea, y el hecho de que aparezca al cabo de unas horas acompañado de inflamación puede hacernos pensar que el dolor es el causante de la misma, cuando en realidad es una señal que nos el comienzo del mecanismo de regeneración que supone la inflamación.
Por lo general, el dolor surge antes de recibir ningún daño, y no es más que una alerta para evitar situaciones que sí podrían ocasionarlo. Pero incluso cuando el dolor llega tarde y ya se ha producido daño, esto no es el fin del mundo: tenemos capacidad de regeneración.
Un ligamento cruzado puede regenerarse, al igual que una hernia discal puede reabsorberse. Y como hemos comentado, esto no tiene por qué ser un problema: hay un elevado porcentaje de población, sobre todo en mayores, cuya columna presenta hernias sin que esto signifique la aparición de ningún dolor.
Cómo actuar ante el daño
Dolor no significa daño, pero si existe daño, este debe ser confirmado por un profesional. Desde hace años, la gran mayoría de fisioterapeutas cuentan con ecógrafos que permiten diagnosticar alteraciones o deterioros en los tejidos, útiles para evaluar la mayoría de lesiones deportivas.
Ojo, el hecho de haber sufrido daño, una vez más, no significa dolor, y que un especialista te diga que tienes una hernia puede ser motivo suficiente para notar dolor donde antes no lo había.
En cualquier caso, si crees que has percibido daño, lo mejor es que confirmes el alcance de tu lesión con un profesional y te dejes asesorar, pero como ya vimos en este artículo, cualquier protocolo de recuperación de un tejido debería girar en torno a mejorar el flujo sanguíneo, el verdadero factor de regeneración. Por tanto, limita el frío, el reposo o los antiinflamatorios a momentos puntuales del proceso y apuesta por protocolos que mejoren el riego sanguíneo: movimiento, calor, elevación y compresión.
Cómo actuar ante el dolor
El dolor no hace más que alertarnos de que estamos en un camino que acabará en daño, a pesar de que este no se haya producido todavía, ya sea por una falta o un exceso de tensión.
Si hablamos de exceso de tensión, debemos recordar que el entrenamiento de fuerza se reduce a la gestión de la misma. Levantar pesas con rangos de movimiento y velocidades constantes nos somete a tensión lineal, lo cual es contraproducente si nuestro deporte nos obliga a soportar picos de tensión, como saltos, aceleraciones, frenadas o lanzamientos.
Si sientes dolor al hacer dominadas con kipping, press tras nuca, sentadilla profunda o cualquier otro ejercicio demonizado, no significa que te hayas hecho daño, sino que el cuerpo interpreta que te estás exponiendo a picos de tensión que no puede gestionar, y de seguir así, la integridad de la estructura puede estar comprometida. La solución es progresar en la tensión, como ya vimos en este artículo.
En cuanto a una falta de tensión, el origen del dolor suele ser un desequilibrio estructural, del cual tienes más detalle en este artículo. Pero te pongo un par de ejemplos.
En este artículo vimos cómo la práctica continuada de tenis o pádel podía acarrear lesiones comúnmente llamadas “por sobreuso”, como la tendinitis del manguito rotador.
Piensa por un momento: si el dolor aparece gradualmente y no tras un episodio traumático, ¿por qué iba a indicarnos daño? ¿Qué utilidad tiene el dolor entonces?
En ese mismo artículo ya dimos respuesta a esto. El hombro de tenista es un aviso del cuerpo alertando de una debilidad en los rotadores externos, movimiento inexistente en pádel y tenis. El cúmulo de servicios o remates ofrece tensión a los rotadores internos, que se adaptan volviéndose más fuertes. Sin embargo, la falta de estímulo en los rotadores externos provoca una situación de desequilibrio, y el cuerpo envía señal de dolor para evitar una rotación interna brusca que tus débiles rotadores externos no puedan frenar, y acabe con desgarro o rotura de un tendón. La solución no es el reposo, sino el fortalecimiento de la rotación externa de hombro.
Lo anterior no se limita a un equilibrio entre movimientos contrarios, sino también a diferentes amplitudes dentro de un mismo rango de movimiento.
En este artículo sobre corredores y este artículo sobre ciclistas ya vimos cómo el gesto de ambos deportes (zancada y pedaleo) consiste en extensiones de rodilla en rango corto. El cuerpo desecha lo que no usa, y un exceso de este gesto provoca una pérdida de fuerza de extensión de rodilla en rangos largos de movimiento. Tu incapacidad de hacer sentadilla sin dolor no es problema de la sentadilla; tu cuerpo simplemente te envía dolor para evitar rangos que no puedes controlar y que podrían poner en peligro la articulación. La solución no es evitar el movimiento, sino progresar en la tensión y fortalecer rangos cada vez más amplios.
Necesitamos un nuevo planteamiento
Partamos de una premisa: el cuerpo está hecho para funcionar bien. Especialmente en lesiones por sobreuso, o en cualquier aparición del dolor sin evento traumático, debemos dejar de considerar el dolor como un deterioro y pasar a tomarlo como una señal de alarma, que nos indica un desvío del funcionamiento normal del cuerpo. Ni la edad ni un exceso de práctica deportiva significa dolor irremediable, y el papel del entrenamiento de fuerza es vital en el proceso.
No soy fisio y no debes tomarte este artículo como un consejo médico. Pero si necesitas llevarte algo de aquí, que sea lo siguiente: el dolor no marca la fecha de caducidad de tu vida atlética.
Excelente artículo!! Muy parecido,si no igual,a lo que dice el neurólogo vasco Arturo Goicoechea.Otro fenómeno!!
Muchas gracias por tu enorme trabajo